
En este marco, el de la democracia representativa, lo que han dejado claro las dos sesiones parlamentarias del primer intento (frustrado) de investidura es que hay 11.108.034 españoles que quieren que Rajoy sea presidente, 12.055.883 que quieren que no lo sea, y 11.433.121 que no tienen quien los represente. Es decir, que a la vista de los resultados electorales, a la pregunta “¿quiere usted que Rajoy sea presidente? “, de cada 100 españoles 32 dicen que sí, 35 dicen que no y 33 no saben/no contestan. Pero es más, si atendemos no al escueto voto final sino a las argumentaciones de los portavoces, mientras que todos los que votaron no manifestaron con rotundidad su oposición a que Rajoy sea presidente, de los que le dieron su apoyo sólo el de los del PP fue entusiasta. Creo que estaremos de acuerdo en que tanto los de Ciudadanos como la de Coalición Canaria votaron sí como podrían haber votado no o abstenerse. Con esta apreciación, habría que dividir los 32 españoles de cada centena que antes decíamos que quieren que Rajoy sea presidente en dos grupos: 23 que sí quieren que Rajoy sea presidente y 9 que, por simplificar, les viene a dar un poco lo mismo. Contados así los resultados electorales (y no creo estar distorsionando su interpretación) no está tan claro que un gobierno de Rajoy sea lo que mejor expresa la voluntad de los españoles. Sin duda es la persona que más españoles quieren que sea presidente pero, a la vez, no me parece aventurado asegurar que hay todavía muchos más españoles que quieren que no lo sea, que quieren al PP fuera del gobierno.
Me da la impresión que, al menos en estos momentos, es más decisivo (y hasta más democrático) que el gobierno que se constituya sea el que menos rechazo genere. Y es que ése es el drama de Rajoy y del PP, que no parece ser capaz de reducir el número de rechazos por debajo de la mitad del número de congresistas. Dicho de otra forma, de momento Mariano es el candidato a presidente que más apoyos tiene pero a la vez es el que cuenta con más apoyos para ser el jefe de la oposición. Dicho de otra forma, son más los diputados que quieren echar al PP del gobierno que quienes quieren que esté o estén dispuestos a que esté (180 – 137 – 33, en concreto). Así las cosas, en contra de lo que afirmó Rajoy apelando a la manida táctica del miedo, es perfectamente viable alguna posibilidad de gobierno minoritario que garantice que el PP se quede en la oposición. Que exista ese gobierno pasa, obviamente, porque el PSOE deje de repetir la interpretación que hace de los resultados electorales (tan errónea como la del PP): que los españoles han querido que sea el principal partido de la oposición. No, más correcto sería afirmar que es el PP el partido que más españoles quieren que esté en la oposición y, por tanto, Pedrito estaría obligado a proponer una alternativa de gobierno, como bastante explícitamente se la han pedido casi todos los portavoces, mientras él miraba para otro lado y a veces esbozaba unas sonrisas bastante tontas.
Para que esa alternativa sea viable, la aritmética obliga a que voten sí, además de los diputados socialistas, los de Podemos. Habría así 156 apoyos, más que los 137 seguros votos negativos de los peperos. Sé de sobra que Sánchez no quiere pactar nada con Iglesias, que en el PSOE prefieren terceras elecciones (¿y hundirse más?) a asociarse. Bien, que Podemos renuncie a entrar en ese gobierno, que rebaje al mínimo indispensable, casi simbólico, el precio de sus 71 votos afirmativos. En mi opinión, Iglesias y los suyos tienen que saber que aún no ha llegado su momento y, en las actuales circunstancias, el máximo rendimiento que pueden obtener es aparecer ante la ciudadanía como quienes propician el cambio de gobierno y el fin de las políticas de recortes del PP. Han de hacerle a Pedro Sánchez una oferta que no puedan rechazar, no darle ninguna excusa para escaquearse. Si a esos 156 síes se suman los de Ciudadanos, Sánchez sería inevitablemente investido, porque alcanzaría los 188 apoyos, cifra impensable para el PP. No me parece que sea muy difícil conseguir un acuerdo de investidura entre PSOE y C’s, pues al fin y al cabo ya lo alcanzaron hace unos meses. Pero, si Albert(ito) no estuviera dispuesto a decir que sí, por lo menos debería podérsele convencer (apelando a su sentido de Estado como hizo el otro día el portavoz de Compromís) de que se abstuviera, ya que Podemos que es su bestia negra no iba a estar en el Gobierno. Absteniéndose Ciudadanos, incluso con los votos en contra de los catalanes “rupturistas” y EH Bildu (que votarían lo mismo que el PP), sólo necesitaría un apoyo y cinco abstenciones de los seis escaños que restan. Coalición Canaria votaría a favor a cambio de los elementales compromisos de lo que aquí se llama la “agenda canaria”. En cuanto al PNV no me parece nada difícil conseguir la abstención y hasta veo bastante sencillo el apoyo en positivo.

Everybody's got to change sometime - Taj Mahal (Taj Mahal, 1968)