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Los acantilados de Acentejo, Tenerife

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Acantilado es, primordialmente, adjetivo que califica terrenos costeros cortados verticalmente o a plomo. Deriva del sustantivo cantil que significa lugar que forma escalón en la costa (o en el fondo del mar, pero este segundo caso no me interesa por el momento). Pero casi no usamos ya el término cantil sino que hemos convertido el adjetivo en sustantivo, de modo que llamamos acantilado al terreno escarpado, casi vertical dice el DRAE. El casi no es baladí, porque terrenos verticales, que formen ángulo de 90º respecto de la superficie del mar, hay muy pocos. En ellos, la distancia horizontal entre la cornisa superior del cantil y el mar sería nula. La famosa Quebrada de Acapulco, por ejemplo, desde la que los clavadistas se precipitan diariamente no es completamente vertical; los saltadores han de impulsarse hacia delante porque si cayeran totalmente “a plomo” se estrellarían contra la superficie casi vertical (pero no del todo) del acantilado. Obviamente, establecer qué inclinación mínima deben tener unos terrenos costeros para considerarse acantilados es asunto de consenso. En el marco jurídico español, la referencia necesaria es la Ley de Costas que, en su artículo 4.4, establece que pertenecen al dominio público marítimo-terrestre “los acantilados sensiblemente verticales, que estén en contacto con el mar o con espacios de dominio público marítimo-terrestre, hasta su coronación”. Lamentablemente la Ley no cuantifica a partir de que pendiente entiende que unos terrenos con “sensiblemente verticales” ni tampoco cómo se mide esta pendiente (porque al respecto puede haber muy varios criterios con muy diferentes resultados). Después de curiosear un poco por internet, me entero de que la jurisprudencia ha fijado como criterio para considerar acantilados unos terrenos que tengan una pendiente media (para el conjunto) igual a superior a 60º (173%). De otra parte, descubro por la Wikipedia que esta cifra es la misma que usa el Guinness World Records para hacer sus listas de los acantilados más altos o más lo que sea. En fin, como no trato de defender ninguna tesis al respecto quedémonos con los 60º como pendiente a partir de la cual los terrenos costeros son sensiblemente verticales y, por tanto, el litoral es acantilado.

Una buena parte del perímetro litoral de la Isla de Tenerife lo constituyen terrenos que caen con fuerte pendiente hasta el mar. En el visor de información territorial de la empresa pública GRAFCAN puede verse un mapa clinométrico en el que en distintos tonos de sepia se representan las pendientes del territorio insular. Si a un zoom adecuado (recomiendo entre el 1:32.000 y el 1:16.000) vamos recorriendo la costa se identifican con bastante nitidez aquellos tramos que, con tonos más fuertes, corresponden a los terrenos de mayor inclinación. Los macizos de Anaga (al Noreste) y de Teno , en especial su cara Oeste, que la forman los llamados precisamente Acantilados de Los Gigantes. Como se ve en la foto, éstos son “bastante” verticales; de hecho, los tramos más contundentes caen unos trescientos metros en apenas 30 de anchura, lo que equivale a un ángulo promedio de 84º, que no está nada mal. Otra franja que suele calificarse de acantilada es la que delimita el borde costero de la comarca de Acentejo, en la vertiente Norte de la Isla. Se trata de un ámbito que tiene la consideración de Espacio Natural Protegido (ENP) con la denominación de Paisaje Protegido de la Costa de Acentejo, si bien en la primera declaración se llamó precisamente “Acantilados de El Sauzal y Tacoronte”. De hecho, la finalidad de protección establecida en la Ley para este ENP es “el carácter acantilado del paisaje”. Este paisaje protegido ocupa una franja estrecha (de un ancho muy irregular con un valor medio en torno a 200 metros) y una longitud costera de algo más de 20 kilómetros. Si vamos por la autopista del Norte (en dirección hacia El Puerto de la Cruz), veremos a nuestra derecha un terreno altamente ocupado por asentamientos urbanos, urbanizaciones y edificaciones dispersas en suave inclinación descendente; cuando se acerca al litoral hay un cambio brusco de pendiente, conformándose el acantilado. Aunque, si nos ponemos exigentes, en muchos tramos la pendiente no llega a los 60º. En todo caso, desde la orilla del mar se nos ofrece un paisaje espectacularmente majestuoso, que aceptamos sin dudar como acantilado.

Uno se asombra que terrenos con estas orografías hayan sido objeto de antropización, que el ser humano se haya empeñado y logrado hollarlos con sendas, caminos y hasta carreteras para hacerlos accesibles, aterrazarlos para poner la poco profunda capa edáfica en cultivo, disponer sobre ellos edificaciones, adecuar entradas y salidas al mar que permitieran el aprovechamiento de éste. Lo que a primera vista es una pared casi vertical cuyos ciento cincuenta metros de altura separan la Isla del Océano, observado en detalle está formado por varias unidades fisiográficas: superficies acantiladas constituidas por afloramientos de coladas basálticas; laderas y deltas de lava que, aún elevadas, sus pendientes son menores y han permitido acoger accesos, cultivos e incluso pequeños asentamientos; barrancos encajados con vegetación bien conservada; y finalmente, plataformas poco inclinadas casi al nivel del mar que forman playas (de callaos y dos de arena negra) y charcos pedregosos. Desde siempre, estos espacios litorales han sido soporte de actividades humanas. Naturalmente, en relación con el resto de la costa tinerfeña, su nivel de antropización es bastante menor y, cuando uno está ahí abajo, disfruta de sensaciones que cuesta vivir en otros tramos litorales. Pero tampoco vayamos a creer que puedes olvida donde estás. Por ejemplo, si miras hacia arriba te cabreas al ver el borde del cantil jalonado de edificaciones de las urbanizaciones superiores, con lo fácil que habría sido en su momento exigir que se echaran unos metros hacia atrás, lo suficiente para que la propia pared los invisibilizara. Aclaro que la gran mayoría de estos edificios son chalets unifamiliares, pero no faltan algunos volúmenes de varias alturas, incluyendo un mamotreto de dos cuerpos que quedó en estructura y lleva décadas abandonado ahí colgado. Y a pie de costa abundan las actuaciones constructivas, la gran mayoría de pésima factura y peor gusto, aunque pese a todo, uno se admira de los esfuerzos e inmensas dificultades que tuvo que suponer construir en emplazamientos tan complicados, casi imposibles.

El caso es que nos ha tocado empezar la formulación del Plan Especial que ha de ordenar este Paisaje Protegido, un documento que prevalece sobre los planes generales de cada uno de los seis municipios en cuyos términos está este Espacio Natural. Por esta razón, llevo ya unos cuantos fines de semana dirigiendo mis caminatas de sábado y domingo a este ámbito que, aunque ya conocía superficialmente, es ahora cuando, al patearlo, estoy de verdad descubriéndolo. Así que no se extrañen lo pocos que por aquí se pasan si, de vez en cuando, dedico un post a algunos de sus parajes. 

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