Ésta es una de esas expresiones que escuchamos hasta la saciedad y que todos entendemos para referirse a situaciones que tienen aspectos buenos y malos. Por ejemplo, un diario económico, para sintetizar el caótico comportamiento de las bolsas europeas, emplea como titular “los mercados siguen dando una de cal y otra de arena”; es decir, se alternan resultados buenos y malos. Ahora bien, casi nadie parece tener claro qué es lo bueno y qué lo malo: ¿la cal o la arena?

Recurro entonces a los fantásticos bancos de datos de la Real Academia pero la única mención que encuentro a esta frase hecha es demasiado reciente (1887), aún cuando la fuente sea una obra tan notable de nuestro idioma como Fortunata y Jacinta. Al principio del capítulo II de la Parte Primera escribe Don Benito que “Daba sus descargos el delincuente como podía, fatigando su imaginación para procurarse respuestas que tuvieran visos de lógica, aunque éstos fueran como fulgor de relámpago. Ponía una de cal y otra de arena, mezclando las contestaciones categóricas con los mimos y las zalamerías”. En todo caso, el hallazgo vale para confirmar que en la segunda mitad del XIX la expresión estaba firmemente consolidada en el hablar coloquial. También nos confirma que su significado era ya el que hoy define la RAE –alternancia de cosas diversas o contrarias para contemporizar–.
Ahora bien, ni de la cita de Galdós ni de la definición de la RAE se desprende que la alternancia de cosas diversas corresponda necesariamente a unas buenas y otras malas. En el texto de Don Benito, Juanito, ante las preguntas de Barbarita, responde unas veces de forma categórica y otras con evasivas zalameras. ¿Cuáles son las respuestas buenas y cuáles las malas? No parece que el novelista quisiera hacer la distinción en estos términos. Así pues, dar una de cal y otra de arena significaría alternar actos distintos, independientemente de su calificación en cuanto a su bondad. Ciertamente, si esta alternancia es entre actos positivos y negativos también sería de aplicación la frase hecha, pero estaríamos ante un caso particular y limitado, no el único posible (como establece Alberto Buitrago).
Supongo yo que con esta expresión se quería caracterizar a los de comportamiento poco fiable, ésos que no mantienen una línea de conducta congruente. Pero no a todos; no, por ejemplo, a quienes su conducta errática obedece a desequilibrios mentales, ya que, como señala la RAE, esas actuaciones obedecen a una intención contemporizadora. Es decir, que el que da una de cal y otra de arena lo hace con una finalidad, para ganarse el favor de alguien (en Fortunata y Jacinta, Juanito quiere convencer a Barbarita). Quizá por eso, lo más frecuente en los comportamientos que se calificaban con esta frase hecha sería que la alternancia fuera, efectivamente, entre cosas buenas y malas. Hago algo que sé que no le va a gustar a alguien (malo) e inmediatamente, para ganarme su favor o evitarme su animadversión, le hago algo bueno.
Así pues, intuyo que acotar el significado de la expresión a la alternancia de cosas buenas y malas –tal como establece Buitrago– es una reducción del campo semántico. No discuto que sea así, que hoy cuando se usa esta frase todos den por sentado que sólo vale si alternativamente se suceden noticias o actos buenos y malos (la bolsa sube y baja, en el ejemplo del diario económico), pero parece que no era así cuando se acuñó. Por tanto, en su origen no se mentaban la cal y la arena porque una fuera mala y otra buena sino, simplemente, porque eran distintas. Así que la respuesta que aporta Buitrago suena a explicación “a posteriori” para darle a la arena el rol negativo, ya que la pregunta habría carecido de sentido cuando se inventó la frase.
Por cierto y para acabar, en un foro de traducción inglés-español he encontrado que la frase hecha se aplica preferentemente en el ámbito de las relaciones laborales como un comportamiento típico de los jefes que pretenden mantener motivado a los empleados (dando una de cal) pero sin que éstos se tomen demasiadas confianzas (y para ello, dan la otra de arena). Si así fuera, vendría a ser una expresión equivalente a la del “palo y la zanahoria”, perfectamente homologable en inglés (carrot and stick). En fin, si no estamos muy seguros de cómo usar las frases hechas en nuestro idioma, mejor ni se nos ocurra intentarlo en otros distintos.
Cal y arena - Celia Cruz (Mi vida es cantar, 1998)
PS: Encuentro en la Red mención a una novela titulada precisamente “Una de cal y otra de arena”, publicada en La Habana en 1957 y escrita por el cubano Gregorio Ortega. Este Gregorio Ortega (1926-2004) se afilió muy jovencito a los comunistas cubanos y, a partir del triunfo de la Revolución castrista, hizo larga carrera oficial en la Isla. La novela está ambientada a principios de los cuarenta, periodo que se caracterizó por una violencia extrema en las calles habaneras, resultado del vacío de poder posterior a la caída de Gerardo Machado (1933) por la ”revuelta de los sargentos”. Gran parte de culpa en esa situación la tuvo el acuerdo que alcanzaron Batista y Lansky (el segundo de Lucky Luciano) pocas semanas después del golpe y que duraría prácticamente hasta la nochevieja de 1958. Estaría bien leer esa novela, no sólo para enterarme del por qué del título (que algo me barrunto al respecto), pero me temo que es otro de los muchísimos libros imposibles de conseguir.