Parece que fue ayer. Fue en el café de la gitana con quien era la amiga de un amigo. Te sentabas con un bebé en el regazo y, sin rastro de dolor en tu mirada, hablabas desde una vida libre de cadenas. De tu boca escuché por primera vez que amor es sólo una palabra sucia.
Al otro lado del caótico escaparate los gatos maullaban al amanecer mientras yo permanecía callado. No tenía palabras que decirte, carecía de experiencia. Me escondí cuando llegó el padre de tu hijo. Seguramente pensaste que no estaba oyendo, pero te escuché cuando afirmaste que amor no es más que una palabra sucia, soez.
Me largué sin que os dierais cuenta. A partir de entonces, llevé las cosas a mi propio juego, entré y salí de otras vidas, busqué mi otra mitad, intenté disolverme hasta el fondo. Y aunque mis innumerables intentos de encontrar una puerta fracasaron, pensaba que nada era tan absurdo como creer que el amor fuera sólo una palabra malsonante.
Nunca supe a qué te referías cuando hablabas con tu hombre. Pero por fin, después de tantas noches en vela, después de tantos sagrados besos que creí eternos y se desvanecieron como humo, después de enamorarme de cientos de extraños, por fin ahora comprendo. Ahora sé que yo mismo he sido siempre que se ha puesto las trampas. Y ya no necesito que me aseguren que el amor es simplemente una palabra soez.
Es muy raro estar hoy a tu lado, después tantos años y tantas mesas de cafés. Quizá no me creas pero me siento como si estuviera mirando directamente la cara de mi maestra. Porque todo lo que he aprendido, todas las frases que me han dicho como si fueran para siempre, son todas barcos que han surcado mi mente y se han ido. No te puedo engañar, tampoco puedo decirte nada, sólo repetir lo que escuché aquel día: que amor no es más que una palabra sucia.

Gracias a Joan Baez, este tema es seguramente el más conocido del puñado de canciones compuestas por Dylan y que nunca grabó en discos oficiales. Varias de ellas –por ejemplo, Caribbean wind o Blind Willie McTell, por citar dos que a mí me parecen verdaderas joyas– las hemos podido escuchar cantadas por el de Minnessotta porque a partir de 1991 la Columbia (actualmente Sony) empezó a sacar los Bootlegs, a fin de barrer para casa y garantizar una mínima calidad de sonido a todos esos temas inéditos que circulaban en el mercado pirata desde antes de internet. Si tenemos en cuenta que bootleg es el término que se aplica a las grabaciones no autorizadas, no deja de ser paradójico que Dylan lleve ya 14 entregas, pero en fin. Así que, si bien hemos llegado a conocer muchas de esas composiciones en la voz de su autor, otras nunca –que se sepa– han sido grabadas y, entre ellas, esta Love is just a four-letter word.

Naturalmente, las mejores canciones de amor del Dylan de esa época (me refiero al periodo del 64 al 66 y a los cuatro grandiosos elepés que grabó) no están precisamente cortadas según el patrón romántico al uso. Sus heroínas son mujeres distintas y distantes -casi inalcanzables-, como las de Love minus zero/No limit, de Just like a woman o de Sad eyed lady of the lowlands. Pero, sobre todo, predominan las historias de despedidas, de fin del amor, o de relaciones erróneas, como las que se cantan en It ain't me babe, If you gotta go, go now, It's all over now, baby blue o Most likely you go your way. He de reconocer que esas letras me atraparon desde el principio. Por ejemplo, la citada It ain´t me babe me parece casi insuperable, a la que sólo se aproxima en esa temática –que yo conozca– la versión de los Zeppelin de Babe, I'm gonna leave you con la prodigiosa interpretación vocal de Robert Plant. Por cierto, hasta ahora mismo había creído que esta última (grabada en 1968) había sido inspirada por la de Dylan, pero buscando en internet me entero de que se trata de un tema de Annie Briggs, una cantante folk de los cincuenta; o sea, que puede que el deudor sea Bob.
Otra cosa que descubro mientras escribo este post es que el título Love is just a four-letter word lo plagió Dylan de un diálogo de la obra Camino Real, escrita por Tennessee Williams en 1953. En efecto, en más de una ocasión Bob ha manifestado que el autor de la gata sobre el tejado de zinc es su dramaturgo favorito, opinión que no debe despreciarse proviniendo de un tipo que, desde muy jovencito, ha devorado literatura a raudales. Por supuesto he visto muchas de las adaptaciones cinematográficas de obras de Williams (la mayoría de ellas excelentes películas), pero nunca una representación teatral ni tampoco las he leído. Si nos fiamos de los gustos de Dylan, será cuestión de empezar uno de estos días.
Love is just a four-letter word - Joan Baez (Any Day Now, 1987)